05 noviembre, 2010

5 minutos por favor...

Entro a Starbucks para escapar del frío invernal que se nos adelantó al otoño. Le miento la madre a los estragos del calentamiento global que me convencieron de dejar mi hasta entonces ridícula chamarra de piel en el carro. ¿Quién es el ridículo ahora? Desde luego otra vez yo pues nada más no le atino al clima y mi playerita veraniega me hace desentonar entre tanto guante, bufanda y abrigo. "Soy termoestable" diría mi padre con tal de no admitir que se caga de frío, pero yo...yo soy exactamente igual de obstinado y me siento cerca de la puerta para que no parezca que sólo estoy matando tiempo en un lugar con temperatura positiva.

Saco mi dispositivo móvil en turno para que la gente conocida piense que tengo algo importante que hacer y de paso justificar mi maleducada costumbre de no saludar. No obstante, escribo este texto al tiempo que consumo un "triple alto cinnamon dolce deslactosado latte". ¿Qué no hay algo que debería estar haciendo? La respuesta como siempre es: sí. Sin embargo, entre tanta ocupación vale la pena respirar 5 minutos, beber un café, valorar y recibir. Recordar que no somos una máquina de acumular pendientes. Que cada instante que pasa tiene cosas maravillosas y que no importa cuantas cosas tengamos pendientes mientras no tengamos pendiente vivir.




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